ace algún tiempo, por esos foros de Dios se defendía y, por lo que leo, aún se sigue defendiendo, que el único “requisito” para escribir un poema era la existen-cia de la “pausa versal” (pausa a final del verso). Yo, como me sucedió entonces, sigo sin estar de acuerdo con esta afirmación. Apoyándome en la más exquisita libertad poética (que, por cierto, sólo encuentro en mi propio blog), quiero defender otro punto de vista. Así que en estas lineas que siguen voy a aclarar y tratar de fundamentar mis discrepancias.
Te advierto, lector, que lo que sigue es un absoluto “ladrillo” sobre retórica poética...¡Allá tú, si sigues leyendo!
Supongo que para entendernos todos, lo pri-mero que habría que hacer es definir el concepto de “poema”. Cosa que no es fácil. Por eso, recurriré a una definición neutra, la del DRAE: “Poema: obra
poética normalmente en verso”. (Nótese el subrayado del adjetivo “poética”). Siendo importante la existencia de dicha “pausa versal” para poder entender este concepto, yo creo que a esa teoría que tan acaloradamente se defiende le falta al menos “un par de patas” para sostenerse.
Como se dijo y escribió entonces, la teoría de la “pausa versal a machamartillo” como único “motor” del poema, nos llevaría a la absurdidad de convertir el listín telefónico o el recibo de la luz en un “poema”, como se viene admitiendo y alegremente aceptando por los defensores de esta teoría. Si es así, al albur de una pretendida “arquitectura de la página” resultará que si no se normaliza con los modernos métodos del “word” de nuestro ordenador el margen derecho de la pagina, todo lo que escribamos será “poema”, algo que se llega a afirmar hablando de “el Quijote”. Evidentemente, y a mi manera de ver las cosas, en esta “teoría” deben de faltar algunas y sobrar otras.
Yo creo que todo esto gira alrededor de un estudio profundo de lo que llamamos “oralidad” de la escritura. La “oralidad” es lo que separa a la escritura de las otras bellas artes en las que la “plástica” no es el lenguaje o al menos, no es solamente el lenguaje. Y, concretamente, una profundización en el conocimiento de la oralidad de la poesía. Un tema en el que se ha gastado mucha tinta y no me cabe duda de que se seguirá gastando. Y es que es éste, precisamente, el intríngulis del asunto...
La obligatoriedad de la “pausa versal” tanto en la declamación como en la lectura simple del poema y el hecho frecuente de que esta “pausa métrica” no coincida necesariamente con la na-tural “pausa sintáctica” lleva a lo que denomina-mos “segmentación o fragmentación del discurso” que es propio y característico de la poesía y que no existe, por cierto, en la prosa. Pero divinizar la pausa versal hasta convertirla en el único “motor” del poema, me parece, sinceramente, que es una exageración que nos lleva a lo del “listín tele-fónico”. Por tanto, algo más tiene que haber para llamarle a un escrito sincopado por pausas alea-torias, poema.
Entre otras cosas, de lo se está hablando, es de la retórica del “encabalga-miento”, que aunque haya existido siempre es, ante todo, un recurso de la poesía moderna y del verso libre. La adecuación semántica e incluso sintáctica versal, que conocemos como
esticomi-tia, aunque pueda existir y exista de hecho en el verso libre, ha desaparecido, en gran parte, en la poesía moderna y sobre todo en dicho verso libre e incluso, a veces, en el versículo.
La “tipografía personalizada” del poema, (es decir, el corte Vd. por donde quiera) es una ca-racterística de este tipo de versos. Pero, además, el aditamento “no lingüístico” moderno de esta tipografía, como el visual, cinético, cromático y otros, no caben aquí y puesto que sólo pueden apreciarse en el poema “escrito” se escapan a la oralidad (tanto declamatoria como a la de la lectura íntima) y no estoy segura que tengan mucho que ver con la pausa versal.
Obviando esta nueva recursiva poética y ciñéndonos exclusivamente al poema sin “efectos extralingüísticos” habría que considerar la proce-dencia o improcedencia estética del encabalga-miento como recurso estilístico y sobre todo su
valor estético y/o polisémico en relación con el aparente fracaso de la entonación que produce. Valor estético y/o polisémico que deben ser considerados a la hora de producirlo si no queremos convertirlo en puro artificio. Pero ese es otro tema que nos llevaría lejos. El encabalga-miento, cuya definición más consecuente es “el desajuste entre la pausa rítmica y la sintáctica”, buscado, como digo, frecuentemente por el verso-librismo aunque existiera y exista en todos los tipos de versificación, lo que pretende, en definitiva, es la desestructuración del canon, la fractura del discurso y más concretamente la fragmentación de la fluidez versal. ¿Cómo lo consigue? La moderna poesía en verso libre obvia el encabalgamiento clásico/lógico, sea del tipo “abrupto, suave, oracional, léxico o sirrémico, etc.” en favor de un “encabalgamiento quasi-continuo”. Es decir, opone la “entonación rítmi-ca” e incluso la “entonación lógico-semántica” a una entonación más próxima a una “entonación pseudocoloquial” o cercana a lo coloquial , alejada del ritmo acentual, melódico e incluso sintáctico, tratando de quebrar el “automatismo” de la lectura o recitación y proponiendo el “segmenta-rismo y fragmentación” como única pauta. Su principal mérito, quizá sea la “singularización” y refuerzo de ciertas frases que no existirían sin el encabalgamiento.
O sea, el encabalgamiento quasi-continuo es parte de la retórica del verso libre. Pero en el verso libre, afortunadamente, hay otros usos retóricos.
A mí me parece evidente que el listín telefónico (que presenta “pseudopausas versa-les”) no es un poema por mucho que se pretenda y creo que la falla de esta teoría es considerar únicamente el “formato” (es decir, la oralidad forzada por el autor o escritor) que se aprecia en la lectura simple, como definitorio de poema. El formato (o la forma) no deja de ser una parte de la estética y sólo eso. Y es por eso que podemos hablar también de “poema en prosa” (DRAE). Por tanto tiene que haber más.
Conozco la inspirada frase de Gamoneda de que “forma y contenido son lo mismo en el poema”. O estética y esencia. Probablemente, Gamoneda esté en lo cierto, pero antes tenemos que escribir un poema para aplicarle este aserto.
Se arguyó que la diferencia entre poema y prosa poética es precisamente la existencia de esa pausa versal. Pero ese argumento conlleva en si mismo la contradicción. Algo debe tener la “prosa poética” para no denominarla sencillamen-te “prosa”. Es ese “algo” el que hay que añadir a la “pausa versal” para escribir un poema. Si hemos de hacer caso al DRAE, hay que añadirle el contenido de ese adjetivo que el DRAE denomina “poética”. Y ese “algo” no es nada misterioso. Yo misma anoté hace tiempo que “ya es hora de separar a la poesía de su vieja raíz filosófica y casi-religiosa con que viene lastrada y reducirla al estudio del lenguaje”. Es decir, desentrañar las claves teóricas del lenguaje poético y en definitiva, aclarar definitivamente las claves retóricas de la poesía. Mientras no surja una teoría al respecto que resulte convincente...son imprescindibles, al menos, ciertas recurrencias fónicas, o semánticas y una cierta estructura sintáctica, además de otras cosas que no posee el “listín telefónico” para poderlo tildar de poema.
Obviar toda retórica poética (o lenguaje poético) nos llevaría irremediablemente a la prosa por mucha “pausa versal” que utilicemos porque la “pausa versal”, como decimos (...y dice el DRAE...), no lo es todo y el “recibo de la luz” no es poema por mucha pausa versal que podamos encontrar en él. ¿Qué le falta a ese recibo para conseguirlo?...precisamente “la retórica poética” o el llamado lenguaje poético porque el del “recibo de la luz” es otro tipo de lenguaje al que viene llamándose “lenguaje técnico”, como éste que estoy utilizando yo en este escrito es “lenguaje metalingüístico”. Si a lo que nos referimos es a la coloquialidad y el prosaísmo como parte de la retórica poética del verso moderno, del versolibrismo, quiero recordar que también son retórica. Y una retórica estudiada y meditada hasta sus últimas consecuencias: frecuentemente una poesía de la transgresión, de lo cotidiano, con palabras “cotidianas” y un discurso “cercano” a la
coloquialidad. Lo que ha venido a llamarse “poesía de la mediocridad” y no tanto por la calidad del discurso sino por la búsqueda a todo trance de la banalidad del tema y cierta banalidad de la expresión poética que han preconizado ciertas escuelas. La otra falacia que se esgrimía para justificar “la poesía en el recibo de la luz” era considerarlo como poema pero con el epíteto de “mal poema”...Pero si la “pausa versal” lo es todo en el poema, (como afirma la teoría de la pausa versal), y por tanto justifica cualquier tipo de contenido o mensaje esencial en el mismo, (como asegura)...¿entonces, qué importa el con-tenido?...y si importa, eso conduce obligato-riamente a la existencia de un segundo “su-mando” para construir el poema: la “calidad retórica”. Yo creo que este último concepto, el de la “calidad retórica” y su confusión con el concepto de “calidad poética” es el que lleva a considerar “mal poema” lo que resulta ser un “no poema”. No voy a insistir en ese segundo sumando porque evidentemente yo opino que es el “lenguaje poético”.
Concebido así, para que haya poema en verso, tienen que existir necesariamente al me-nos dos “sumandos”: pausa versal y lenguaje poético (poética, como dice el DRAE).
Recapitulan-do, la pausa versal con una inadecuada o mala utilización de la retórica del mensaje dará como resultado un “mal poema”. Una adecuada retórica poética, sin pausa versal dará como resultado una “prosa poética o poema en prosa”. La pausa versal sin “contenido retórico poético alguno (ni bueno ni malo)” dará evidentemente un “no- poema”. Y yo me pregunto... ¿qué retórica poética podemos encontrar en el “recibo de la luz?. Sencillamente, lo que encontramos son pseudopausas versales con un lenguaje “técnico”.
Veamos este análisis a modo de ejemplo:
Kilovatios contratados: 25
Precio del kWh: 20 euros
Potencia contratada: 50
Consumo a cobrar: 500 euros.
IVA aplicado 18.
Total deducido de su c/c: 580 euros.
…¿Es esto un poema?..., incluso, ¿un “mal poema”?. !Evidentemente...no, porque como dice el DRAE carece de cualquier contenido o lenguaje poético¡
Definitivamente, lo que propone el verso-librismo más rabioso es una crisis de la oralidad poética que debemos aceptar, pero tener claro que para que exista el poema, no basta sólo con la pausa versal. Es necesario un cierto “lenguaje poético”...cualquiera que éste sea. No sirve, por ejemplo, el “lenguaje técnico”. ¡el listín telefóni-co o el recibo de la luz...no son poemas!
Y yo añado, finalmente, una tercera “pata”, más sutil y reconozco que más discutible y que tiene que ver con la calidad. Incluso usando pausa versal y un “cierto grado” de retórica del poe-ma...¿tendremos la certeza de que todo lo que se escribe en verso, con pretensión de poema, es un poema?. Dejo la pregunta abierta y que cada cual se la responda.
En definitiva y concluyendo: la consecuencia moderna e inevitable del versolibrismo, es "la evolución desde el primitivo carácter oral de la poesía a su destino actual, la lectura privada y silenciosa...frecuentemente con una palpable recursiva “extralingúística”. De alguna manera esto conlleva a una cierta crisis de la oralidad y la consiguiente conversión de la poesía en un objeto destinado a la lectura privada y personal. Es decir, de alguna manera lleva a una cierta crisis de la pausa versal. O dicho de otro modo: cada día importa menos la pausa versal para ciertos poetas cuya producción es casi toda ella de “poesía en bloque” u otros formatos análogos. El versolibris-mo evoluciona definitivamente a nuevos formatos en los que importa menos la pausa versal. Por todo esto... ¿están justificadas afirmaciones tan rotundas y reduccionistas como las sostenidas por los defensores de la pausa versal como único motor del poema?
Yo opino que no.
Animo a quien desee dejar su opinión al respecto, lo haga aquí y anticipo que toda participación será publicada en este blog.
Venezia Lesseps